La reciente designación de Sarah Mullally como nueva arzobispa de Canterbury ha intensificado las divisiones dentro de la Comunión Anglicana, especialmente en África, debido a sus posturas progresistas sobre la bendición de uniones del mismo sexo.
El pasado viernes 3 de octubre, Sarah Mullally fue nombrada para liderar la Iglesia de Inglaterra, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el cargo de arzobispa de Canterbury. Sin embargo, su designación ha generado una fuerte oposición en varias regiones del mundo anglicano, particularmente en África, donde las posturas sobre la sexualidad y las ordenaciones femeninas han sido tradicionalmente conservadoras.
La Comunión Anglicana, que agrupa a las distintas provincias del anglicanismo, lleva más de dos décadas enfrentando tensiones internas por estas cuestiones. La elección de Mullally, conocida por su respaldo a la bendición de uniones de personas del mismo sexo, ha reavivado estas divisiones, evidenciando las profundas discrepancias que persisten dentro del anglicanismo global.
Este nombramiento ha sido calificado por algunos como un "colapso de la jerarquía masculina", según expresó Lucetta Scaraffia en una tribuna publicada el 8 de octubre. La llegada de Mullally al máximo cargo de la Iglesia de Inglaterra representa un cambio significativo en una institución históricamente dominada por hombres y plantea nuevos desafíos para la cohesión de la Comunión Anglicana.