En una emotiva celebración eucarística desde el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, Paul Richard Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede, dirigió un mensaje de profunda esperanza, unidad y misericordia al pueblo de México y de toda América.
Desde el corazón espiritual del país, el representante Vaticano recordó el testimonio de fe de mártires como el beato Miguel Pro, quien ante la persecución gritó: “¡Viva Cristo Rey! Y Santa María de Guadalupe”. Subrayó que, incluso en medio de la violencia y la opresión, la fe en Cristo y la devoción a la Virgen de Guadalupe se han mantenido como faros de esperanza que ningún régimen puede apagar.
Mons. Gallagher afirmó que la Basílica no es solo un lugar de memoria, sino una “estación misionera”. Retomando palabras del Papa Francisco, llamó a la Iglesia a ser un “hospital de campaña” que ofrezca misericordia, sanación y esperanza, especialmente ante los desafíos contemporáneos como la migración, la pobreza, la violencia, el vacío espiritual y la degradación ecológica.
"Lo que más nos falta —señaló— es un corazón que realmente escuche a Dios", añadiendo que hemos perdido el sentido de asombro y el coraje de pedir con humildad.
Recordando el encuentro entre la Virgen de Guadalupe y San Juan Diego, Gallagher explicó que María enseña no tanto con palabras, sino con presencia y ejemplo. “¿No estoy yo aquí, que soy tu madre?”, citó, resaltando cómo esa frase sigue encendiendo la fe del pueblo.
Invitó a los fieles a redescubrir la profundidad de la oración del Padrenuestro y, en particular, del perdón: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Señaló que el perdón no es fácil, pero es esencial para sanar las heridas del mundo actual. “El Señor nos llama a un estándar más alto”, recordó, evocando el momento en que Cristo perdonó desde la cruz.
Mons. Gallagher también enfatizó que Nuestra Señora de Guadalupe no solo es Madre de México, sino de toda América, una figura que une lo que el mundo intenta dividir. Su tilma, más allá de ser un ícono, representa solidaridad con los pobres y marginados.
“La Virgen sigue caminando con nosotros. Su mensaje no es un recuerdo, es una misión”, afirmó. Finalmente, instó a que la Iglesia en México viva la fe proféticamente y sea un signo radical de unidad, justicia y paz.
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