Por su interés, destacamos una noticia publicada hoy en tribunechretienne.com.
El 28 de agosto de 2025, el Vaticano anunció que el cardenal Jean-Marc Aveline, actual arzobispo de Marsella, ha sido nombrado miembro del dicasterio para el clero por el papa León XIV. Esta nueva responsabilidad se suma a una ya extensa lista de cargos que Aveline ostenta tanto a nivel nacional como en la Curia romana. Además de su reciente nombramiento, Aveline ya formaba parte del dicasterio para los obispos y del dicasterio para el diálogo interreligioso. Desde este verano, también preside la Conferencia de los Obispos de Francia, un cargo que por sí solo demanda una gran dedicación y tiempo.
La acumulación de responsabilidades en la figura de Monseñor Aveline ha generado preguntas entre los fieles y observadores de la Iglesia. La concentración de tantos cargos en una sola persona plantea dudas sobre la capacidad de Aveline para manejar eficazmente todas estas funciones sin dispersarse. La Iglesia, que necesita líderes cercanos a sus comunidades, parece estar concentrando cada vez más responsabilidades en un pequeño grupo de prelados que participan en múltiples dicasterios. Monseñor Aveline se ha convertido en un ejemplo destacado de esta tendencia, ya que su nombre aparece recurrentemente en cada nuevo anuncio de nombramiento.
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Este fenómeno ha suscitado interrogantes sobre si esta acumulación de cargos refleja una confianza especial del Papa León XIV en Aveline o si es parte de una estrategia más amplia de centralización del poder en perfiles considerados seguros por el Vaticano. Independientemente de la razón, la cuestión persiste: ¿cómo puede un solo individuo asumir tantas responsabilidades de manera efectiva? Aveline es arzobispo de una importante metrópoli francesa, presidente de la conferencia episcopal y miembro de varios dicasterios, lo que plantea la preocupación de que, al intentar estar presente en todas partes, pueda no estar verdaderamente presente en ninguna.
La continua asignación de nuevos mandatos a Monseñor Aveline ha sorprendido a muchos, y se cuestionan las posibles repercusiones de este cúmulo de responsabilidades en la vida concreta de los diócesis y en la verdadera colegialidad de la Iglesia. La situación invita a reflexionar sobre el equilibrio entre la centralización de poder y la necesidad de líderes eclesiásticos que puedan dedicarse plenamente a sus comunidades locales.
