La adicción a la pornografía, una lucha entre el bien y el mal que se apodera del cerebro, encuentra en Dios al sanador definitivo, según expertos.
Como una serpiente que se desliza inadvertida entre la maleza, la pornografía ha penetrado en nuestros hogares sin ser detectada por quienes los custodian. Este símbolo mitológico, asociado con la astucia y el caos, aparece en las Escrituras como representación del mal, desde el engaño en el Jardín del Edén hasta su derrota por el Arcángel Miguel en el Apocalipsis. La lucha entre el bien y el mal, tan antigua como la humanidad misma, se manifiesta diariamente en nuestro interior.
La pornografía, comparable a un poder maligno, busca controlar cada pensamiento y acción, embotando las emociones y perjudicando las relaciones personales. Comprender el funcionamiento cerebral es crucial para romper este hechizo y restaurar relaciones románticas auténticas y duraderas.
La adicción a la pornografía se debe a su capacidad para secuestrar la respuesta de dopamina en el cerebro, un neurotransmisor que regula el estado de ánimo y la recompensa. Esta respuesta biológica impulsa a las personas hacia la novedad, a menudo en formas cada vez más extremas de pornografía, erosionando el sentido de decencia y respeto propio.
A diferencia de las adicciones a sustancias, la adicción a la pornografía es invisible, lo que dificulta su detección. Según la psicóloga clínica Juli Slattery, la tolerancia en la adicción sexual requiere novedad, lo que lleva a algunos a consumir pornografía violenta o infantil, e incluso a actuar en la vida real lo que ven.
El consejero Esau McMorris destaca que la recuperación de la adicción implica cambio, un proceso difícil pero necesario para avanzar en la vida. La adicción sexual, similar a otras adicciones, se utiliza a menudo para enfrentar emociones difíciles y circunstancias vitales.
El fenómeno conocido como "Efecto Coolidge" describe la renovación de la motivación sexual debido a la novedad, un comportamiento observado en diversas especies animales. Sin embargo, las asociaciones personales y socioculturales también influyen en el comportamiento sexual humano.
Recientes investigaciones sugieren que cualquier tipo de estimulación cerebral, incluida la liberación de dopamina, puede llevar a una dependencia. Estudios han demostrado que la exposición repetida a la pornografía provoca desensibilización y aleja a las personas de sus parejas físicas y de relaciones románticas genuinas.
La pornografía genera consecuencias dolorosas que afectan no solo a los adictos, sino también a sus relaciones personales, empleos y comunidades. Sin embargo, la libertad es posible, como afirma Slattery, quien ha sido testigo de numerosas recuperaciones. Recomienda buscar ayuda profesional y utilizar herramientas de filtrado y responsabilidad para combatir esta adicción.
El establecimiento de relaciones humanas saludables y no sexuales es crucial para el tratamiento, según el experto en adicciones sexuales Patrick Carnes. La conexión humana reduce la soledad percibida y mejora el bienestar general.
El impacto de la pornografía en la sociedad es significativo, con un crecimiento anual del mercado del 12,6% en 2023. Sin embargo, como cristianos, debemos confiar en Dios como nuestro sanador definitivo, capaz de perdonar nuestros pecados y restaurar nuestra paz, según Slattery. La adicción a la pornografía puede convertirse en una oportunidad para reconocer nuestra necesidad de Dios y encontrar restauración en su amor.