La ministra de Sanidad ha anunciado que antes de que finalice el año se distribuirán preservativos gratuitos a menores desde los 14 años, bajo el pretexto de fomentar la “salud sexual positiva”. A su vez, ha reiterado su compromiso con la expansión del aborto como un “derecho conquistado”.
Durante un acto organizado por Europa Press, la ministra de Sanidad, Mónica García, ha proclamado que su departamento habilitará la gratuidad de los preservativos para jóvenes de entre 14 y 22 años “antes de que acabe el año”. Según ella, la medida se inscribe en un supuesto plan de salud sexual, que en la práctica reduce la educación afectiva al reparto sistemático de objetos de látex.
La ministra ha asegurado que esta política responde a la necesidad de “enseñar la salud sexual como algo positivo, seguro y saludable”. Pero al parecer, enseñar implica aquí vaciar de contenido moral las pasiones humanas, dejándolas libradas a su propia dinámica expansiva. Y cuando uno enseña a banalizar el acto conyugal, a disociarlo de todo compromiso, después no ha de sorprenderse si surgen adicciones, perversiones y desórdenes crecientes. Porque el sexo, a fin de cuentas, no se domestica con gomas gratuitas: engancha, exige más, reclama variaciones y termina por buscar lo incontrolable.
En el mismo evento, García ha abordado el seguimiento de la actual legislación abortista, cuyo informe –aún en elaboración– se realiza en colaboración con las comunidades autónomas. En un tono casi celebratorio, ha revelado que en la última década se han registrado 162.000 abortos en la Comunidad de Madrid, pero que solo 177 de ellos se han practicado en hospitales públicos. Lejos de escandalizarse, ha prometido “seguir peleando” por lo que denomina un “derecho conquistado” y ha manifestado su voluntad de ampliarlo aún más.
Coincidiendo con el Día Internacional del Aborto Seguro, la ministra ha vuelto a reivindicar la interrupción voluntaria del embarazo como una prestación garantizada por el Sistema Nacional de Salud. En sus palabras, es imperativo que la sanidad pública sea “el lugar que concita la confianza de los ciudadanos” para ejecutar abortos con calidad y garantías. Curiosa noción de lo sanitario: eliminar una vida en desarrollo como si se tratara de un grano molesto.
En resumen, la titular de Sanidad ha esbozado sin tapujos una política que empieza por trivializar la sexualidad en la adolescencia y concluye en la defensa militante del aborto, siempre bajo la coartada de la salud pública. Y sin embargo, ni una palabra sobre el verdadero sentido del cuerpo, del amor, ni mucho menos sobre la dignidad inherente a cada vida humana. Solo estadísticas, caucho y promesas de ampliación.