El Papa León XIV ha recibido a ochocientos neófitos y catecúmenos franceses, a quienes ha animado a rechazar la "cultura de la muerte" y a ser testigos activos del amor cristiano en sus comunidades.
El Papa León XIV dirigió unas palabras llenas de esperanza, exhortación y fe a los neófitos y catecúmenos franceses que participan en la peregrinación nacional conocida como la “Peregrinación de la Esperanza”.
Rodeado por obispos, capellanes y catequistas, el Santo Padre expresó su alegría al ver a tantos jóvenes comprometidos con la fe: “¡Qué alegría ver a jóvenes comprometidos con la fe y deseosos de dar sentido a sus vidas, dejándose guiar por Cristo y su Evangelio!”
León XIV recordó que el bautismo es mucho más que un rito de iniciación: es un encuentro personal con Cristo y una entrada en la gran familia de Dios. Recurriendo a San Pablo, destacó que quienes se han bautizado en Cristo “se han revestido de Cristo” (Gál 3,27) y están llamados a renunciar a la “cultura de muerte” presente en la sociedad contemporánea. En este sentido, denunció la indiferencia, el hedonismo, las drogas, la cosificación del cuerpo y la injusticia como signos de esa cultura que los cristianos deben rechazar.
Recordando el símbolo del cirio pascual en el rito del Bautismo, el Pontífice exhortó a los jóvenes a mantener encendida esa luz “con la escucha de la Palabra de Dios y la comunión asidua con Jesús en la Eucaristía”. Citando a san Ambrosio —“Omnia Christus est nobis” (“Cristo es todo para nosotros”)—, insistió en que Cristo es médico, fuente, justicia, fuerza, camino y luz para quien lo sigue.
“Para vivir felices y en paz, estamos llamados a poner nuestra esperanza en Jesucristo”, añadió el Papa.
León XIV subrayó que el proceso de iniciación cristiana no termina con el bautismo: “El catecumenado continúa a lo largo de toda la vida, con momentos de alegría y momentos difíciles”. Citando a san Agustín, recordó que Cristo es guía, camino y destino para quien confía en Él.
Llamó a los jóvenes a ser “discípulos misioneros”, capaces de vivir la fe en lo cotidiano, de compartirla con los demás, y de perseverar en medio de las pruebas. También animó a redescubrir la fuerza del sacramento de la Reconciliación y la importancia de la comunidad cristiana.
Con un mensaje claro, el Papa advirtió contra una fe de apariencia o comodidad: “Nos convertimos en cristianos auténticos cuando nos dejamos tocar personalmente en nuestra vida diaria por la palabra y el testimonio de Jesús”. Citando el evangelio de san Juan (“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”), invitó a los presentes a fundar su vida sobre Cristo, fuente de “paz, alegría y amor”.
El discurso concluyó con una bendición paternal y una llamada a mantenerse firmes en el Señor, acompañados por la comunidad de fe y el ejemplo de los santos.
Escribir un comentario