El Pontífice pronunció una homilía en el santuario de Santa María della Rotonda, donde subrayó la importancia de mantener una relación constante con Dios en todos los aspectos de la vida.
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El Papa León XIV presidió esta mañana la Santa Misa en el Santuario de Santa María de la Rotonda de Albano, donde dirigió una homilía centrada en la fuerza transformadora de la Eucaristía y en la misión de los cristianos de ser portadores del “fuego del amor” en el mundo.
El Pontífice recordó que cada domingo los fieles son invitados a vencer el cansancio y los miedos para recibir en comunidad la vida nueva que da Cristo resucitado: “Nuestro corazón recibe una vida que va más allá de la muerte. Es el Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el que hace esto entre nosotros, domingo tras domingo”, señaló.
Refiriéndose al histórico santuario de planta circular, el Papa destacó su simbolismo como signo de acogida: “Nuestra pobreza, nuestra vulnerabilidad y sobre todo los fracasos […] son finalmente acogidos en la dulce fuerza de Dios, un amor incondicional”. En este contexto, subrayó el papel de la Virgen María como anticipo de la maternidad de Dios y modelo de una Iglesia madre que “genera y regenera con la virtud de la caridad”.
Comentando el Evangelio del día, León XIV recordó que Jesús mismo habló de división y de fuego, matizando que su paz no es la del mundo sino la que brota de la cruz: “Es el bautismo de la cruz, una inmersión total en los riesgos que conlleva el amor”. Así, insistió en que la verdadera misión cristiana es llevar al mundo un fuego distinto: “No el de las armas, ni el de las palabras que incineran a los demás, sino el fuego de la bondad, que renueva el mundo gratuitamente”.
El Papa agradeció el compromiso de la diócesis de Albano en la caridad y pidió superar divisiones dentro y fuera de la comunidad cristiana: “No distingamos entre el que asiste y el que es asistido. Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos, todos partícipes”. Invitó además a derribar muros y prejuicios, favoreciendo la inclusión de quienes viven la pobreza en sus diversas formas.
Finalmente, encomendó a los fieles a la intercesión de la Virgen María, recordando las palabras de Simeón que señalaban a Jesús como “signo de contradicción”, y exhortó a dejarse transformar por el Espíritu: “Que el fuego del Espíritu Santo cambie nuestros corazones de piedra en corazones de carne”.