Hace 1,700 años, el Concilio de Nicea estableció un credo que millones de cristianos aún recitan cada domingo.
El Papa León XIV viajará el próximo 28 de noviembre a Turquía para conmemorar el 1.700º aniversario del Concilio de Nicea, un acontecimiento decisivo para la unidad cristiana. Esta será su primera gran visita internacional como pontífice. En el año 325, dicho concilio formuló la primera versión del Credo Niceno, una profesión de fe que millones de cristianos continúan recitando cada domingo. “La ocasión es muy, muy importante: el primer concilio ecuménico global de la historia y la primera forma de credo reconocida por todos los cristianos”, señaló el historiador eclesiástico Giovanni Maria Vian, coautor del libro La scommessa di Costantino.
Convocado por el emperador romano Constantino, Nicea supuso la primera —aunque no última— intervención decisiva de un líder político en la definición de una política eclesiástica de gran alcance. El Papa León XIV celebrará este aniversario junto al Patriarca Bartolomé, cabeza espiritual de los cristianos ortodoxos orientales. El Credo Niceno es aceptado por católicos, ortodoxos y la mayoría de protestantes históricos. A pesar de los posteriores cismas doctrinales y otros factores, sigue siendo el punto común más amplio dentro de la cristiandad.
El Concilio destaca tanto por sus resultados como por su desarrollo. Reunió sin precedentes a más de 250 obispos procedentes de todo el Imperio Romano. En aquel momento, Constantino había consolidado su poder tras años de guerras civiles e intrigas políticas. Aunque no se convirtió formalmente al cristianismo hasta poco antes de su muerte, ya mostraba tolerancia y cierta preferencia hacia esta religión tras las últimas persecuciones romanas.
El emperador deseaba una Iglesia unificada que respaldara su imperio también unificado. Sin embargo, la Iglesia se encontraba dividida internamente. La controversia principal —conocida como “Controversia Trinitaria”— no cuestionaba la existencia de la Trinidad —Dios Padre, Hijo (Jesús) y Espíritu Santo— sino cómo se relacionaba el Hijo con el Padre. Un sacerdote egipcio llamado Arrio dio nombre a una doctrina influyente que negaba la igualdad entre Jesús y Dios Padre, describiendo a Cristo como un ser creado superior pero no divino en igual naturaleza.
Para resolver esta disputa, se convocó el concilio que aprobó casi por unanimidad un credo respaldado por el emperador. Este definió a Jesús como “verdadero Dios” y condenó las ideas arrianas. El Credo afirmó que Jesús es igual al Padre, “de una misma sustancia” —homoousios, término tomado más de la filosofía griega que directamente de las Escrituras.
Además, el Concilio estableció una fórmula para fijar la fecha de Pascua, hasta entonces motivo frecuente de desacuerdos. Adoptó el calendario preferido por los partidarios arrianos, fijando la celebración para el domingo siguiente a la primera luna llena primaveral. “El Concilio fue un éxito diplomático extraordinario para Constantino porque logró que las dos partes llegaran a un acuerdo”, explicó David Potter, autor del libro Constantine the Emperor. No obstante, pese al consenso sobre el credo, las disputas continuaron; Arrio recuperó influencia política y doctrinal durante algún tiempo y los debates persistieron incluso en Constantinopla.
En 381 otro concilio celebrado en Constantinopla amplió y reafirmó el Credo Niceno con nuevas afirmaciones sobre la Iglesia y el Espíritu Santo. Algunas iglesias en Asia y África —como las ortodoxas orientales— aceptaron este Credo pero rechazaron posteriores concilios debido a desacuerdos sobre cómo expresar la doble naturaleza humana y divina de Cristo.
Durante su estancia en Turquía, León XIV también tiene previsto reunirse con representantes de dos iglesias ortodoxas orientales: las iglesias apostólica armenia y ortodoxa siríaca.
Por otra parte, cabe recordar que las iglesias católica y ortodoxa oriental sufrieron su propio cisma en el siglo XI. Aunque ya existían distanciamientos previos por cuestiones como la autoridad papal, este acontecimiento marcó una división definitiva entre ambas confesiones.
