El primer consistorio extraordinario del pontificado de León XIV perfila un ambicioso “plan Prevost” para implicar a los cardenales en el gobierno de la Iglesia y relanzar la reforma de la Curia.
El Santo Padre cumple así una de sus promesas en el cónclave: una mayor colaboración de los purpurados en el gobierno de la Iglesia, y a partir de ahora se esperan movimientos en la Curia, comenzando por la Secretaría de Estado, con los días 7 y 8 de enero como fechas clave.
León XIV no tiene prisa, pero pretende que cada paso que dé sea firme, y tiene claro el horizonte que presentará a todos los cardenales del mundo en un consistorio extraordinario, el primero de su pontificado, que se celebrará los próximos 7 y 8 de enero y en el que, según ha podido saber RD, planteará los objetivos de su pontificado, los grandes cambios de un Papado que estima largo y que quiere controlar desde el principio, un “plan Prevost” basado en tres premisas: la unidad, el avance en las reformas implementadas desde el Sínodo de la Sinodalidad y la lucha por el control de una Curia que, tras la muerte de Francisco, quiere recuperar la influencia perdida.
Desde hace semanas, todos los purpurados han recibido invitaciones para acudir a Roma tras las fiestas de Navidad y Año Nuevo, en una cita nada baladí, pues una vez concluido el Año Jubilar “termina” el pontificado de Francisco y arranca, en plena libertad, el de León XIV, un pontificado de continuidad, pero también de estilo propio.
Entre ese estilo propio se encuentra el de “obligar” a los cardenales a asistirlo en el gobierno universal de la Iglesia, algo a lo que Prevost se comprometió después del cónclave, y, como se recordará, el 9 de mayo el Papa Prevost subrayó que deseaba “reservar un tiempo para la reflexión, la oración y el diálogo, antes de cualquier nombramiento o confirmación definitivos”, y al día siguiente, en una reunión con todos los cardenales tras el cónclave, les instó a una mayor participación en el gobierno de la Iglesia, abriendo la incógnita de si los purpurados están preparados para ello.
Según han confirmado a RD fuentes cercanas, el Papa León XIV quiere implicar al colegio cardenalicio en las decisiones, desea escuchar y forzar a los cardenales a que opinen, en un contexto en el que “ahora mismo, y él lo sabe, la pulsión gira entre los que están dispuestos a ofrecer, con libertad y honestidad, tras un buen discernimiento, su opinión sobre el futuro de la Iglesia, y los que, como siempre, tratan de ‘enseñar’ al Papa a hacer de Papa, imponiéndole la visión ideológica de los grupos de presión eclesiales, de los que son portavoces”, tal y como subraya un eclesiástico que forma parte del reducido grupo de colaboradores de Prevost, un círculo muy estrecho que, según nos dicen, “tardará años” en ampliar, porque tiene tiempo y lo sabe, sin prisa pero sin pausa.
Este consistorio será una ocasión para que los cardenales demuestren si continúan, o no, en la línea del proceso sinodal emprendido por Francisco para toda la Iglesia, mientras León XIV llega dispuesto a escuchar, a tomar notas y a hablar poco, fiel a un pontificado de pocas palabras y decisiones bien pensadas, tras el cual arrancará la reforma de la Curia, comenzando por la Secretaría de Estado y prosiguiendo por los distintos dicasterios, con especial preocupación por el de Vida Consagrada, donde los ataques a Simona Brambilla están haciendo mella en la que es la primera mujer prefecto en la historia de la Iglesia, un símbolo que León XIV no está dispuesto a perder, del mismo modo que en el caso de “Tucho” Fernández, acosado por los mismos grupos de ultraderecha eclesial que trataron de provocar un resultado distinto en el anterior cónclave y que, tras ser derrotados, procedieron a rearmarse.
