La Asamblea Plenaria se celebró en un contexto cargado de memoria histórica: el cincuentenario de la muerte de Francisco Franco y de la proclamación del rey Juan Carlos I.
En su intervención, Argüello aprovechó el aniversario para reflexionar sobre la evolución de las relaciones entre la Iglesia y el Estado desde 1975, así como sobre la necesidad de purificar la memoria colectiva. Recordó que, durante la dictadura, la Iglesia mantuvo una relación compleja con el régimen, que pasó de una alianza inicial basada en el nacionalcatolicismo a un progresivo distanciamiento, especialmente tras el Concilio Vaticano II. Citó las palabras del cardenal Tarancón, cuya homilía en los Jerónimos supuso un punto de inflexión hacia una mayor autonomía entre Iglesia y Estado.
Además, destacó la contribución decisiva de la Iglesia en la Transición democrática, particularmente en la promoción de los derechos fundamentales y en el fomento del clima de reconciliación. Por otra parte, Argüello criticó las actuales leyes de memoria histórica y democrática por su “sesgo ideológico” y advirtió sobre el riesgo de que se conviertan en instrumentos de polarización social. Invitó a aprovechar los próximos años para abordar cuestiones fundamentales relativas a los valores prepolíticos, la crisis de las democracias liberales y la deriva hacia una sociedad posdemocrática dominada por poderes tecnológicos y económicos. “Los católicos tenemos algo que aportar”, afirmó, “desde la razón, la amistad social y la Doctrina Social de la Iglesia”.
