La ausencia del ministro de Asuntos Exteriores en la entrega de cartas credenciales al nuevo nuncio apostólico ante el Rey vuelve a evidenciar la frialdad institucional del Gobierno hacia la Santa Sede.
La entrega de las cartas credenciales del nuevo nuncio apostólico, representante del Santo Padre ante el Reino de España, se ha celebrado en el Palacio de la Zarzuela sin la presencia del titular de Exteriores, pese a tratarse de un acto de especial relevancia diplomática y protocolaria.
En la ceremonia, el nuncio ha presentado sus credenciales ante el Rey en nombre del Papa León XIV, formalizando así el inicio de su misión como máximo representante de la Santa Sede en España y reforzando el vínculo entre la Casa Real y la Nunciatura Apostólica.
Junto al nuncio apostólico, otros cinco embajadores han entregado igualmente sus cartas credenciales, consolidando sus funciones como representantes de sus respectivos países ante el Reino de España en un acto que, por su naturaleza, subraya la importancia de la figura del jefe del Estado en la recepción del cuerpo diplomático. La ausencia del ministro de Asuntos Exteriores en un acto de esta naturaleza, en el que se formaliza la relación con el representante directo del Papa Prevost, ha sido interpretada en ámbitos diplomáticos como un nuevo gesto de distanciamiento institucional del Gobierno respecto a la Santa Sede.
El nuncio apostólico, como decano del cuerpo diplomático en España, desempeña un papel central en las relaciones entre el Estado y la Iglesia, y su presentación oficial ante el Rey constituye un momento clave en la articulación de los vínculos bilaterales con la Santa Sede y en la interlocución con el Santo Padre. La ceremonia de entrega de cartas credenciales, regulada por la práctica diplomática y el protocolo de la Casa de Su Majestad el Rey, mantiene su carácter solemne y simbólico, al tiempo que reafirma el papel del monarca como máximo representante del Estado en el ámbito internacional.
En este contexto, la figura del nuncio apostólico se configura como el principal canal de comunicación entre el Gobierno español y el Papa León XIV, así como entre las instituciones del Estado y la Iglesia, en un momento en el que cada gesto protocolario adquiere una especial lectura política.
