En este texto, publicado recientemente en fr.aleteia.org, se explora el significado religioso, social y simbólico de los pasteles de miel en la tradición bíblica y en la cultura del antiguo Oriente Próximo, así como su reflejo en una receta inspirada en las descripciones del Primer Libro de los Reyes.
Un texto reciente aborda el simbolismo de los pasteles de miel en la tradición bíblica y en la cultura del antiguo Oriente Próximo, subrayando su dimensión tanto religiosa como social. A partir de una cita del Primer Libro de los Reyes, «Lleva diez panes, unas tortas secas, un tarro de miel y ve a verle a su casa», se recuerda que estos dulces aparecen en varios pasajes de la Biblia, habitualmente como ofrenda o presente. En ese contexto histórico, el miel desempeñaba el papel que hoy cumple el azúcar, y se asociaba a la idea de dulzura y de promesa. La referencia a estos alimentos se vincula con la imagen de la Tierra prometida, descrita como «que mana leche y miel», lo que refuerza su carga simbólica dentro del relato bíblico.
El artículo explica que los pasteles de miel se elaboraban con harina o sémola, ligados con aceite y endulzados con miel, y que su presencia en los textos sagrados no es meramente anecdótica. Estos dulces se entienden como una forma de ofrenda, una “dulzura” presentada a Dios y, al mismo tiempo, compartida entre las personas. De este modo, comer un pastel de miel se interpreta como una experiencia que remite a la vez a la riqueza de la Creación y a la bondad del Creador. La combinación de ingredientes sencillos, accesibles al pueblo, con un fuerte contenido simbólico, convierte este alimento en un elemento que trasciende la mera función nutritiva.
En la explicación se detalla que el miel, considerado un don de la naturaleza, expresa la dulzura de las bendiciones divinas, mientras que la sémola, fruto del trabajo humano, evoca el esfuerzo y la paciencia necesarios para obtener el alimento. La unión de ambos ingredientes da lugar a un pastel descrito como humilde y a la vez regio, capaz de enlazar el ámbito doméstico con el litúrgico. Así, ofrecer o compartir un pastel de miel se presenta como un recordatorio de que toda dulzura auténtica procede, en primer término, de Dios. Este postre se sitúa en la intersección entre el sencillo alimento cotidiano del pueblo, la ofrenda cultual y el banquete espiritual, reforzando su papel en la vida religiosa y comunitaria.
El texto señala también la pervivencia de esta tradición en la región del Levante, donde el pastel de sémola sigue formando parte de la gastronomía local. Se menciona que los sultanes otomanos lo tenían en sus mesas, regado con agua de azahar, lo que indica que este tipo de dulce no se limitaba al ámbito popular, sino que alcanzaba también las mesas de las élites. Esta continuidad histórica muestra cómo un alimento con raíces bíblicas ha mantenido su presencia a lo largo de los siglos, conservando su carácter simbólico y su función de vínculo entre lo sagrado y lo cotidiano.
