El agustino leonés reconstruye la trayectoria humana, espiritual y pastoral del actual pontífice a partir de su relación personal y de la experiencia compartida en Roma y en las misiones del norte de Perú.
Rafael Lazcano, agustino leonés nacido en 1957 y compañero de estudios del entonces joven “Bob” Prevost en Roma entre 1981 y 1985, publicó “Biografía de León XIV. El Papa agustino, peregrino hacia Dios” (San Pablo). En la obra traza el perfil del actual pontífice a partir de un conocimiento directo de su formación, su carácter y las claves agustinianas y romanas de su trayectoria. El autor admite que la cercanía personal puede afectar a la objetividad, pero sostiene que también le proporcionó una “ventaja informativa y contextual de primer orden”, al permitirle acceder a la trayectoria espiritual e intelectual de Prevost y a su modo de entender el gobierno eclesial.
Lazcano documenta la intensa experiencia misionera del hoy el Papa León XIV en el norte de Perú, primero en Chulucanas y después en Chiclayo, donde se inculturó “profundamente” en un contexto marcado por la pobreza estructural, la religiosidad popular y fuertes tensiones sociales. Según el biógrafo, el entonces obispo mostró una opción preferencial por los pobres en clave clásica: cercanía, escucha, acompañamiento y defensa institucional cuando fue necesario, asumiendo riesgos reales ante conflictos sociales, poderes establecidos y campañas de desprestigio. Por ello, sostiene que “la trayectoria misionera de Prevost al lado de los más vulnerables en Chulucanas, Trujillo y Chiclayo es consistente y reconocida mayoritariamente por el pueblo peruano”.
El agustino atribuye a Prevost un papel relevante en el proceso que condujo a la condena y supresión del Sodalitium Christianae Vitae. Relata que, como obispo de Chiclayo, escuchó a las víctimas de abusos, tomó en serio las acusaciones cuando otros responsables no lo hicieron y actuó de “puente” con las instancias vaticanas, facilitando incluso una reunión con el Papa Francisco. Prevost expresó a representantes del Sodalicio que, a su juicio, la organización carecía de carisma legítimo, postura que contribuyó al proceso que culminó con la disolución decretada por Francisco, “gracias a las actuaciones de Prevost en la sombra”, según recoge la biografía.
El libro subraya también el conocimiento de Prevost sobre la realidad española. Lazcano recuerda un viaje conjunto por Galicia, Castilla y Madrid en 1982 y las múltiples visitas posteriores del agustino como prior general (2001-2013), que incluyeron convivencia con comunidades religiosas y encuentros con obispos y responsables pastorales. A su juicio, “el papa Prevost conoce bien la idiosincrasia espiritual española”, sus tensiones internas y la coexistencia entre tradición fuerte y secularización avanzada, además de un conocimiento amplio, aunque no exhaustivo, del episcopado español.
En el terreno vaticano, el biógrafo analiza la relación entre Francisco y Prevost y el uso del término “delfín”. Precisa que en la Iglesia el Papa no nombra sucesor, pero admite que entre analistas se interpretó que Prevost encarnaba la continuidad más clara con las orientaciones pastorales y el estilo de gobierno de Francisco. Recuerda la sintonía entre ambos, su procedencia latinoamericana, la preocupación compartida por los pobres y los derechos humanos y la amplia experiencia de gobierno de Prevost, factores que, según este relato, influyeron en su elección en la cuarta ronda del cónclave.
Lazcano dedica, además, un apartado a la campaña mediática contra Prevost en el precónclave. Señala que la web InfoVaticana difundió un dossier crítico que retomó acusaciones de supuestos encubrimientos de abusos, sin aportar nuevas pruebas legales o canónicas, con el objetivo de desacreditar su candidatura ante cardenales y opinión pública.
