El Papa León XIV bendijo un bloque de hielo de más de 20.000 años, extraído del corazón de Groenlandia, como signo para despertar las conciencias sobre el cuidado de la creación. Un gesto profético, cargado de simbolismo y de fuerza espiritual. Y, como era de esperar, no han faltado quienes se apresuran a criticar, insultar y despreciar al Papa, acusándole de ceder ante ideologías o de plegarse a lobbies internacionales.
Aquí conviene ser claros: me agrada que el Papa, cuando realiza gestos de este tipo, nos recuerde que no debemos ver absolutamente todo como si fuera un guiño a un lobby o a una ideología. Esa mentalidad no es católica, es política. Y un buen católico no se rebaja a esas luchas partidistas que sí alimentan, con gusto, los enemigos de la fe y de la Iglesia. El bloque de hielo bendecido por el Papa León XIV —con sus más de veinte milenios de historia— no es un juguete ni un capricho ideológico: es un recordatorio visible de la fragilidad de la creación. Y, como explicó Benedicto XVI en 2009, “la tierra es un don precioso del Creador, que ha diseñado su orden intrínseco (…) dándonos así las señales orientadoras a las que debemos atenernos como administradores de su creación”. Quien desprecia el gesto del Papa, desprecia también esta enseñanza del magisterio de la Iglesia. El propio Benedicto XVI lo expresó con firmeza: “El uso de la creación conlleva una responsabilidad personal con respecto a toda la humanidad, y de modo especial con respecto a los pobres y las generaciones futuras”. ¿Qué hay de ideología en estas palabras? Nada. Hay fe, responsabilidad y amor por la obra de Dios. Exactamente lo mismo que mueve al Papa León XIV hoy. Los que atacan al Papa por este gesto olvidan que cuidar la creación no es una opción política: es un mandato bíblico. Desde el Génesis hasta San Francisco de Asís, la Iglesia siempre ha visto en la naturaleza un reflejo de la grandeza de Dios. Y Benedicto XVI advirtió: “Cuando se margina a Dios, la materia queda reducida a posesión egoísta, y el hombre se considera el dueño absoluto”. Esa es la raíz de la crisis: el pecado de soberbia, no el gesto de un Papa que bendice un bloque de hielo. Un buen católico no se deja arrastrar por la crítica partidista ni por la sospecha sistemática. Un buen católico piensa bien del Papa, escucha con humildad y busca comprender la intención pastoral de sus gestos. Y la intención del Papa León XIV no es contentar a ningún lobby ni seguir consignas ideológicas. Es recordarnos que la creación, obra maestra de Dios, merece respeto y cuidado, y que este bloque de hielo milenario es un símbolo visible de esa llamada. Hoy más que nunca debemos mantenernos unidos en torno al Papa, frente a quienes lo atacan con desprecio y falsedad. Los católicos no construimos la Iglesia con insultos al Sucesor de Pedro. Tengo muy claro que si optamos por la crítica inmisericorde al Papa, quienes estarán contentos serán precisamente los que desean ver una Iglesia dividida y enfrentada. Que cada uno decida dónde quiere posicionarse.
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La intervención de los católicos en política es un deber del Magisterio de la Igelsia, Inmortale Dei y Quas Primas por citar algunas encíclicas. Pero si el Romano pontífice hace suyas posturas paganistas de la Diosa Gaia, debemos alzar la voz.
Claro que debemos custodiar la Creación, pero el aquelarre climatodicto que se montó en el Vaticano es como ver a la Pachamama salir en andas. Cosa que ya hemos visto.
En fin.
Hay que rezar por el Romano pontífice y para que custodia bien la Doctrina heredada de los Apóstoles.