La Iglesia de Inglaterra ha decidido posponer la implementación de ceremonias de bendición para parejas del mismo sexo, generando reacciones encontradas entre sus fieles.
En un reciente encuentro celebrado a mediados de octubre, los obispos de la Iglesia de Inglaterra votaron a favor de suspender un plan largamente esperado que habría permitido probar ceremonias de bendición separadas para parejas del mismo sexo. Esta decisión, aplaudida por los tradicionalistas y lamentada por los reformistas, responde a la necesidad de alcanzar un mayor consenso dentro del órgano de gobierno de la Iglesia antes de avanzar con tales ceremonias.
Actualmente, las normas vigentes permiten a los sacerdotes ofrecer oraciones de bendición a parejas del mismo sexo dentro de los servicios religiosos habituales, un compromiso que en su momento fue visto como un puente entre dos posturas aparentemente irreconciliables. Sin embargo, para muchos, esta medida simboliza ahora la incapacidad de la Iglesia para avanzar de manera decisiva en una de las cuestiones morales más definitorias de nuestro tiempo.
El Arzobispo de York, Stephen Cottrell, quien ocupa el segundo puesto de mayor rango en la Iglesia de Inglaterra, reconoció el dolor que esta decisión podría causar. "Creemos que hemos hecho lo correcto", afirmó, basándose en orientaciones legales y teológicas, "pero sabemos que será difícil y decepcionante para algunos".
Las palabras mesuradas de Cottrell no pudieron ocultar una verdad más profunda: la Iglesia permanece profundamente fracturada, y su comunión global se deshilacha bajo la presión de visiones contrapuestas sobre la fe, la cultura y la identidad humana.
El momento no podría ser más delicado. Menos de dos semanas antes, la Iglesia de Inglaterra hizo historia —y generó controversia— al nombrar a la Obispa Sarah Mullally como la próxima Arzobispa de Canterbury. Será la primera mujer en ocupar este cargo, lo que la convierte tanto en la líder espiritual de la Iglesia de Inglaterra como en la cabeza simbólica de la Comunión Anglicana global, una comunidad de aproximadamente 85 millones de creyentes.
No obstante, esa comunión global está en desorden. Más del 80 por ciento de los anglicanos en todo el mundo —principalmente en África y Asia— se han distanciado de la iglesia madre inglesa en los últimos años, citando el liberalismo teológico en cuestiones de sexualidad y género como el punto de ruptura. El nombramiento de Mullally, por histórico que sea, ha profundizado la brecha.
Para muchos en el Sur Global, la aceptación tentativa de las bendiciones a parejas del mismo sexo por parte de la Iglesia de Inglaterra representa una traición a la enseñanza bíblica. Para los anglicanos liberales en Gran Bretaña y más allá, la decisión de detener la implementación de tales bendiciones representa una traición de otro tipo: una negativa a extender el cuidado pastoral y el reconocimiento a cristianos fieles en relaciones amorosas del mismo sexo.
