El Papa Francisco rinde homenaje al teólogo peruano Gustavo Gutiérrez en el prefacio de su libro póstumo, destacando su legado en la teología de la liberación y su compromiso con los pobres.
Antes de su fallecimiento, el Papa Francisco dejó escrito un prefacio inédito para el libro Vivir y pensar el Dios de los pobres, del dominico peruano Gustavo Gutiérrez, fallecido en 2024. El volumen, editado por Leo Guardado, traducido al italiano por Marta Pescatori y publicado por la editorial Queriniana, recoge textos inéditos del teólogo. El Pontífice describe esta obra como el resultado de una vida entregada a la oración, el compromiso con los pobres y la reflexión teológica al servicio de la Iglesia.
En su escrito, el Papa lo califica como un "fiel siervo de Dios y amigo de los pobres", cuya obra conserva "una frescura que abre nuevos caminos para el seguimiento de Jesús". Asimismo, subraya la lealtad eclesial de Gutiérrez, vivida "con humildad, a veces con dolor, y fundamentalmente con libertad", como una constante en su itinerario intelectual y pastoral.
Francisco sitúa la reflexión del autor en la estela del Concilio Vaticano II, en cuya cuarta sesión participó acompañando al cardenal Juan Landázuri Ricketts, arzobispo de Lima. Según el Papa, aquel impulso conciliar ofreció una base firme para reformular la praxis pastoral en América Latina, abriendo paso a lo que Gutiérrez denominó "la irrupción de los pobres" en la vida de la Iglesia.
El Pontífice rememora también la contribución del teólogo a la Segunda Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (1968) y su presencia destacada en Puebla (1979), donde se afianzó una red de comunión entre teólogos, obispos y agentes pastorales, decisiva para la identidad eclesial del continente.
Finalmente, el Papa sostiene que la teología de Gutiérrez sigue siendo actual y necesaria, pues plantea con claridad cómo hablar de Dios desde el sufrimiento de los inocentes. Cita sus palabras sobre la centralidad evangélica de los pobres: “recordar a los pobres significa mucho más que una colecta; no es una piadosa reflexión posterior”. El prefacio concluye evocando una frase de Bartolomé de Las Casas, rescatada por el autor: “Del más pequeño y del más olvidado, Dios guarda un recuerdo muy cercano y vivo”.