La COP30, centrada en el clima, enfrenta un debate sobre la definición de género.
Durante la COP30, cuyo objetivo principal era abordar cuestiones climáticas, surgió un debate paralelo acerca del significado del término "género". Varios Estados, entre ellos la Argentina bajo el mandato del presidente Javier Milei, Paraguay, Irán y el Vaticano, criticaron el intento de algunas delegaciones por incluir en los documentos oficiales una interpretación del concepto que abarque todas las identidades LGBT, más allá de la distinción biológica entre hombre y mujer. Estos países consideran que esta tendencia, observada desde hace años, introduce nociones sociopolíticas originadas en círculos militantes occidentales en textos internacionales que deberían mantener neutralidad, transformando así acuerdos ambientales en instrumentos ideológicos.
La postura del Santo Padre se mantiene clara y coherente. Desde su participación en las COP de 2022, el Vaticano ha especificado que cualquier referencia al género debe entenderse "como basada en la identidad sexual biológica, que es masculina y femenina". Esta formulación, sobria pero firme, remite a la enseñanza constante de la Iglesia, según la cual la creación está ordenada por una complementariedad entre hombre y mujer que no puede ser modificada conforme a sensibilidades pasajeras.
El nuevo proyecto de texto sobre género presentado en Belém refleja las mismas tensiones. Las notas al pie presentadas por Argentina, Paraguay, Irán y el Vaticano exigen expresamente que el término "género" conserve su sentido tradicional, sin ampliaciones para incluir identidades transgénero o no binarias. Esta posición cuenta con respaldo discreto de países como Egipto, Rusia o Arabia Saudita. No resulta sorprendente que el Vaticano se oponga a tales modificaciones, pues para la Iglesia la verdad sobre el ser humano no puede depender de construcciones culturales cambiantes. La doctrina social católica insiste en que las políticas públicas deben fundamentarse en la realidad objetiva y no en categorías ideológicas. Introducir formulaciones ambiguas y extensibles en textos internacionales oscurece precisamente esa realidad.
Este debate se produce en un contexto donde la noción de género ha sido utilizada desde hace tiempo en las COP para destacar la vulnerabilidad específica de las mujeres frente al cambio climático y parecía contar con consenso. Sin embargo, el intento actual por ampliar su significado es percibido por muchos como un caballo de Troya para imponer una visión militante surgida en contextos políticos alejados de las realidades culturales mayoritarias. Para las delegaciones contrarias a esta ampliación, se trata principalmente de preservar la integridad de los textos oficiales. Las cuestiones climáticas requieren pragmatismo y coherencia; convertirlas en un terreno para confrontaciones ideológicas solo puede debilitar su eficacia.
Tanto si se aprueba como si se rechaza esta propuesta, el Vaticano, fiel a su misión, recuerda lo que muchos países piensan sin expresarlo abiertamente: la confusión deliberada alrededor del término "género" no favorece ni a las políticas ambientales ni a la dignidad humana. Frente a crecientes presiones, su posición sigue siendo un referente; en los debates internacionales, la Iglesia rechaza ceder ante una visión del hombre disociada de su naturaleza o ajena a la verdad.
