El Papa León XIV ha promulgado la exhortación apostólica Dilexi te, un documento que inaugura su pontificado situando el amor a los pobres como núcleo del camino eclesial. Heredado como borrador de su predecesor, el texto asume la continuidad con Dilexit nos y parte del versículo «Te he amado» (Ap 3,9) para articular una propuesta teológica, pastoral y social centrada en el rostro doliente de Cristo en los necesitados.
Desde su inicio, Dilexi te ofrece una interpretación teológica del cuidado de los pobres que trasciende el asistencialismo. El Papa afirma que este ámbito no pertenece a la beneficencia, sino a la misma Revelación, pues «el contacto con quien no tiene poder ni grandeza es un modo fundamental de encuentro con el Señor de la historia». Para ilustrarlo, recurre a las escenas evangélicas de la unción en Betania y del juicio final de Mateo 25, donde cada gesto hacia el que sufre posee valor eterno.
En el plano eclesial, el Pontífice recoge expresamente el deseo de su antecesor por «una Iglesia pobre y para los pobres», y advierte que existe «un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres». Esta identidad, afirma, no puede ser rebajada ni desdibujada mediante interpretaciones reductoras.
Para sostener esta afirmación, el documento recorre la tradición viva de la Iglesia, desde los siete varones instituidos para la diakonía (Hch 6), pasando por el testimonio de san Esteban, hasta el gesto de san Lorenzo, quien presentó a los pobres como «los tesoros de la Iglesia». Según León XIV, esta memoria histórica demuestra que el cuidado de los necesitados es constitutivo de la Tradición y ha marcado las auténticas renovaciones eclesiales.
Un apartado significativo está dedicado a las migraciones. El Papa recuerda los cuatro verbos que resumen la tarea eclesial en este ámbito —acoger, proteger, promover e integrar—, y exhorta a traducir el anuncio en gestos tangibles de cercanía que no contradigan el Evangelio.
En su dimensión social y política, Dilexi te valora la labor de los movimientos populares, a los que reconoce como actores capaces de «hacer historia» frente a «los destructores efectos del imperio del dinero». El Papa solicita a las instituciones, también eclesiales, que escuchen e integren su fuerza moral en la construcción del bien común.
Hacia el final del documento, León XIV retoma la llamada a la conversión de la comunidad cristiana. Sostiene que el amor a los pobres constituye la «garantía evangélica de una Iglesia fiel al corazón de Dios» y que sólo desde esa fidelidad puede evitarse una fe desencarnada. La parábola del buen samaritano reaparece como criterio de examen para cada bautizado y para la Iglesia entera.
Con Dilexi te, el Papa sitúa definitivamente el cuidado de los pobres como clave de santidad, programa pastoral y medida de la credibilidad del anuncio cristiano en el mundo contemporáneo.