El Pontífice centró su reflexión en la figura de san José, destacando su papel discreto pero decisivo en la historia de la salvación, y exhortó a practicar virtudes como la misericordia y la caridad.
En el Ángelus del cuarto domingo de Adviento, el Papa León XIV centró su reflexión en la figura de san José, a quien la liturgia presenta como un protagonista discreto pero decisivo en la historia de la salvación. Comentando el pasaje del Evangelio de san Mateo, el Pontífice subrayó cómo Dios confió su plan a un hombre "frágil y falible —como nosotros— y, al mismo tiempo, valiente y fuerte en la fe".
San José es descrito por el evangelista como un "hombre justo", no solo por su fidelidad a la Ley y a la vida religiosa de Israel, sino también por su profunda humanidad. El Papa recordó que esta justicia se manifiesta especialmente cuando, ante el embarazo de María, José elige no exponerla al escándalo público, sino optar por el camino silencioso y benévolo del repudio en secreto. En ese gesto, afirmó el Pontífice, se revela el verdadero corazón de la fe: la misericordia.
La nobleza interior de san José se hace aún más clara cuando, en sueños, acoge la revelación del ángel y acepta una misión inesperada: ser el esposo de la Virgen y custodio del Mesías. En ese momento, destacó el Papa, José deja atrás sus seguridades humanas y se abandona por completo a Dios, confiando plenamente en la Providencia. Citando a San Agustín, recordó que de la piedad y la caridad de José nació, de la Virgen María, el Hijo de Dios.
El Pontífice señaló que misericordia, piedad, caridad y abandono confiado son las virtudes que la liturgia propone en estos últimos días de Adviento. Estas actitudes, dijo, educan el corazón para el encuentro con Cristo y con los demás, permitiendo a los creyentes convertirse unos para otros en "pesebre acogedor" y "casa confortable" de la presencia de Dios.
Finalmente, el Papa León XIV exhortó a no dejar pasar este tiempo de gracia sin practicar concretamente esas virtudes: perdonando, animando, ofreciendo esperanza a quienes viven cerca y a quienes se encuentran en el camino, y renovando en la oración la confianza filial en el Señor. Encomendó este camino espiritual a la intercesión de la Virgen María y de san José, los primeros que acogieron a Jesús con fe y amor.
