Por su interés, destacamos una artículo de opinión publicado hoy en tribunechretienne.com.
El Festival des Poussières, celebrado del 21 al 24 de agosto en La Bussière-sur-Ouche, ha generado controversia entre los católicos debido a su enfoque político y social. Este evento, que congregó a cerca de 600 personas, se presentó como un espacio de oración, reflexión y celebración, pero se distinguió por su orientación hacia reivindicaciones militantes como el feminismo, la ecología radical y las luchas sociales e identitarias. Los organizadores justificaron su enfoque con un versículo del Evangelio: «Buscad primero el Reino de Dios y su justicia» (Mt 6, 33), aunque este «Reino» fue interpretado como una construcción humana basada en luchas políticas, en lugar de la gracia divina ofrecida por Jesucristo.
La programación del festival reflejó este deslizamiento ideológico, con temas como «construir la lucha cristiana contra la extrema derecha» y «la recuperación identitaria de los cristianos de Oriente». Estas temáticas sugieren un intento de transformar el cristianismo en un instrumento político, desplazando el foco de la fe hacia cuestiones temporales y dejando de lado aspectos centrales como la conversión, la santidad y el salvación.
El festival también incluyó iniciativas de «inclusión» como espacios no mixtos para mujeres y minorías de género, y la promoción de personas «queer». Además, se organizaron momentos de oración interreligiosa que reunieron a cristianos, judíos y musulmanes, presentados como momentos «marcantes» del evento. Aunque el diálogo interreligioso es legítimo, la oración conjunta puede diluir la singularidad de la fe cristiana, ya que el Dios que los cristianos adoran es la Trinidad, algo que el judaísmo y el islam no comparten.
Sin embargo, el aspecto más polémico fue la decisión de Monseñor Antoine Hérouard, arzobispo de Dijon, de permitir la comunión eucarística a cristianos no católicos. Esta medida contraviene la doctrina de la Iglesia, que establece que solo aquellos plenamente incorporados a la Iglesia Católica y en estado de gracia pueden recibir la comunión. El Catecismo de la Iglesia Católica es claro al respecto, señalando que la celebración eucarística es un signo de unidad de fe, culto y vida eclesial, y que las comunidades eclesiales surgidas de la Reforma no han conservado la sustancia íntegra del misterio eucarístico.
La apertura de la Eucaristía a no católicos se considera una transgresión de una línea roja, ya que implica una concepción protestante del sacramento como un mero símbolo de fraternidad. Juan Pablo II enfatizó en Ecclesia de Eucharistia que «la Eucaristía no puede ser el comienzo de la comunión, sino su coronación». De igual manera, Benedicto XVI en Sacramentum Caritatis afirmó que «la Eucaristía presupone la comunión eclesial, la realiza y la lleva a su perfección». Por tanto, permitir la comunión a no católicos es visto como una negación de esta unidad y un vaciamiento del verdadero significado del sacramento.
El Festival des Poussières ha sido criticado por algunos sectores de la Iglesia por instrumentalizar la fe católica en favor de luchas políticas y sociales, organizar oraciones interreligiosas confusas y, sobre todo, profanar la Eucaristía al abrirla a quienes no comparten la fe íntegra de la Iglesia. Este enfoque es considerado peligroso, ya que el Evangelio no es una ideología y la Eucaristía no es un símbolo de inclusión. La Revelación divina trasciende todas las revoluciones terrenales, y el verdadero desafío cristiano radica en la transformación espiritual y no en la adaptación a las modas ideológicas del momento.