Polémica por la Comunión de Isabel Celaá en la fiesta de la Inmaculada

Polémica por la Comunión de Isabel Celaá en la fiesta de la Inmaculada

En este texto, el autor reflexiona sobre el significado e implicaciones eclesiales de que Isabel Celaá, actual embajadora de España ante la Santa Sede y antigua responsable gubernamental de políticas favorables al aborto, reciba públicamente la Comunión en un contexto reservado al cuerpo diplomático durante la solemnidad de la Inmaculada.

Fuente: La exministra del PSOE Isabel Celaá, defensora del aborto y la eutanasia, comulga públicamente en Roma – INFOVATICANA

La presencia de Isabel Celaá, embajadora de España ante la Santa Sede, recibiendo la Comunión en un lugar reservado al cuerpo diplomático durante la fiesta de la Inmaculada, ha sido presentada como un hecho que resume una contradicción que la Iglesia no puede pasar por alto. El texto subraya que no se trata de una valoración política, sino de la constatación de que Celaá ha sido durante años una de las responsables públicas que más activamente han respaldado el marco legislativo que considera el aborto un derecho. Como ministra, defendió la ampliación de este “derecho”, impulsó un discurso descrito como abiertamente contrario al Evangelio de la vida y formó parte de un gobierno que convirtió la eliminación del no nacido en una prestación garantizada. Su trayectoria pública aparece así vinculada al avance de una cultura que la Iglesia define como gravemente contraria a la dignidad humana.

En este contexto, su ubicación en un lugar preeminente durante la liturgia y su acceso público a la Eucaristía se presentan como una cuestión grave de coherencia eclesial. Se recuerda que la Iglesia enseña que el aborto es un mal intrínseco y que quienes cooperan formal o legislativamente con él se sitúan objetivamente en ruptura con la comunión eclesial. El texto cita el canon 915, que establece que quienes persisten obstinadamente en pecado grave manifiesto no deben ser admitidos a la Comunión. La incoherencia señalada no se atribuye a la conciencia personal de Celaá, que “solo Dios conoce”, sino al contraste entre su acción política y el sacramento que recibe. Se sostiene que no es posible proclamar como derecho lo que destruye vidas humanas inocentes y, al mismo tiempo, recibir el Cuerpo de Cristo, y se afirma que la Eucaristía exige verdad, mientras que la verdad exige reconocer que ciertas posiciones públicas contradicen frontalmente el Evangelio.

El hecho de que la escena tuviera lugar el día de la Inmaculada se considera un elemento que intensifica el contraste simbólico. Mientras la Iglesia celebra la pureza sin mancha de María, presentada como representante del “sí” total a la vida, se ofrece la Comunión a quien ha sido un rostro visible de políticas que niegan esa vida en su primera etapa. Que todo ocurra con normalidad, sin explicación ni advertencia pastoral, se interpreta como signo de que en Europa se ha sustituido la claridad por la indiferencia y la caridad por la ambigüedad. Según el texto, no es misericordia permitir que un bautizado se presente públicamente en contradicción con la fe que profesa, sino una forma de abandono espiritual.

Se recuerda que la misión de la Iglesia no es evitar incomodidades diplomáticas, sino custodiar la santidad de la Eucaristía y guiar las conciencias hacia la verdad. Como referencia, se menciona el caso de Nancy Pelosi en Estados Unidos, presentado como ejemplo de que es posible corregir pastoralmente, por caridad y coherencia, a cargos públicos que promueven leyes contrarias a la vida. En contraste, se afirma que en Europa parece tolerarse todo para evitar tensiones. Esta ausencia de criterios claros se considera dañina para la credibilidad de la Iglesia y motivo de escándalo para los fieles, que perciben una normalización de lo que el Magisterio califica como mal gravísimo.

El texto insiste en que nadie desea excluir a Isabel Celaá de la vida sacramental, sino su conversión plena, como la de cualquier hijo de la Iglesia. Sin embargo, se recalca que la Eucaristía no es un gesto protocolario ni un derecho automático, sino el signo supremo de comunión con Cristo y su enseñanza. Cuando una figura pública ha respaldado políticas que niegan radicalmente la vida humana, recibir la Comunión sin una rectificación pública se interpreta como un mensaje de que esa contradicción carece de importancia. Frente a ello, se sostiene que importa doctrinal, espiritual y testimonialmente. La verdadera caridad se define como llamada a la verdad, y la escena de la Inmaculada se presenta no como una anécdota diplomática, sino como síntoma de una grave desorientación pastoral que la Iglesia debe afrontar con valentía por el bien de su misión y de las almas.

Comentarios
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José Palacios
Ayer
La Comunión de Isabel Celaá, defensora del aborto, plantea serias dudas sobre la coherencia de la Iglesia. La Eucaristía no debería ser un mero trámite; exige vivir conforme a las enseñanzas de Cristo. La Iglesia corre el riesgo de perder credibilidad al confundir misericordia con indiferencia ante el pecado.
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