Rosalía no es ninguna monja. Y mejor así. Porque lo que acaba de hacer con “Lux” —su nuevo disco, salido el 7 de noviembre— no es predicar, es desnudarse ante Dios. Y eso, viniendo de una artista que mueve millones, es más revolucionario que mil homilías.
No hay incienso ni sotanas, pero hay arrepentimiento, perdón, amor y divinización. Las letras suenan a confesión y a desahogo, a quien ha tocado fondo y decide mirar hacia arriba. Hay heridas, hay belleza, y hay un alma que empieza a entender que sin trascendencia todo lo demás se pudre.
Claro que ahora muchos se suben al carro: parece que, de pronto, todo el mundo va a ser cristiano porque Rosalía ha dicho la palabra “Dios”. Exageraciones de una sociedad sin raíces: quizás confunde una chispa con un incendio… Pero aun así, algo ha pasado. “Lux” ha abierto una rendija. Y por esa rendija entra luz.
Es un disco que tiene para todos, hay una cantidad de idiomas tremendo, español, catalan, ingles, aleman, arabe... sugerente, pareciera que llama a que todos entran en la posibilidad de conocer a Dios, así lo veo yo...
No sé si Rosalía se ha convertido. Lo que sí sé es que ha dejado de esconder la pregunta más incómoda: ¿y si Dios me está buscando? Y esa pregunta, en boca de una artista pop, vale más que mil sermones. Cuando dice que se siente como luz, estoy de acuerdo con ella porque abre la puerta a que la gente se plantee lo sobrenatural divino.
No se trata de una maestra de teología, claro, pero basta con escucharla. Porque su cambio interior —real o simbólico— nos recuerda que la fe no es propiedad privada de los santos, sino la historia de cualquiera que se atreve a mirar su oscuridad y pedir luz.
Iglesia Noticias no se hace cargo de las opiniones de sus colaboradores, que no tienen por qué coincidir con su línea editorial.
