Una bala contra la verdad
Una bala contra la verdad

Leyendo los principales titulares y crónicas que los medios de comunicación han hecho sobre la muerte de Charlie Kirk, podría parecer que ha muerto un mero tertuliano que apenas dedicaba su tiempo a jalear al político de turno, en este caso a Donald Trump. Nada más lejos de la verdad.

Podríamos reflexionar en este artículo y entristecernos por la pobreza y degradación con la que muchos medios han tratado este episodio y han tratado de simplificar y minimizar la figura de este magno personaje de 31 años, marido y padre, que tantas vidas ha cambiado con su testimonio a lo largo de los años.

La profundidad de la labor que realizaba Charlie con sus discursos, conferencias, entrevistas, debates y sobre todo, el ejemplo de su vida, va mucho más allá que ese activismo político que muchos han querido atribuirle.

Charlie era un hombre que quería ser recordado por la firmeza de su Fe, con una profunda convicción en que occidente tenía que volver a sus valores cristianos originarios. Era un magnífico orador que era capaz de debatir sobre Sagrada Escritura con versados ateos y agnósticos, llegando a debatir incluso contra satánicos en pleno directo, rezando por ellos. 

Lo verdaderamente admirable en figuras como Charlie no es tanto el alineamiento político que unos le atribuyen o le critican, sino la valentía de un hombre que, con sus limitaciones humanas, se atrevió a proclamar la verdad del Evangelio en medio de un mundo cada vez más hostil a ella. En un tiempo en el que la mentira y la manipulación parecen gozar de carta blanca, su testimonio nos recuerda que la verdad —dicha con amor— sigue siendo revolucionaria y profundamente necesaria.

En esa defensa acérrima por la familia tradicional como piedra angular de la sociedad, por la Vida, debatió y discutió con firmeza con una gran cantidad de personas sobre la cultura woke e ideología de género y sus consecuencias sobre la educación, siempre tratando a la gente con mucho respeto, pero también como él decía “Sin faltar jamás a la verdad”.

En definitiva, se ha ido una figura colosal de unos valores de fe y amor que nos hacen mejores a todos como sociedad. Esa bala se la dispararon a Charlie, pero nos podía haber alcanzado a cualquiera de nosotros. Fue una bala contra la verdad. DEP.

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