La tragedia de los 73 millones de abortos practicados cada año en el mundo se ha convertido en la norma.
El presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Javier Argüello García, arzobispo de Valladolid, expresó en su discurso de apertura de la 128ª Asamblea Plenaria en Madrid su preocupación por la situación del aborto en el mundo. Destacó que, en un mismo hospital, un grupo de médicos puede decidir salvar un feto de cinco meses y medio, mientras que otro grupo, en la sala contigua, puede optar por terminar deliberadamente con la vida de un bebé del mismo tiempo de gestación. Esta situación, según él, es perfectamente legal.
Argüello subrayó la paradoja de que la ley pueda sancionar con una multa de 15,000 euros y hasta dos años de prisión la destrucción de un huevo de águila, mientras permite el aborto de un niño con síndrome de Down hasta el final del embarazo. Esta reflexión fue parte de su análisis sobre la inhumanidad del aborto, donde también mencionó que el debate sobre este tema ha sido utilizado como una maniobra de distracción y polarización, evitando abordar su complejidad dramática.
El discurso también abordó la percepción social del aborto, señalando que hablar públicamente sobre su inmoralidad objetiva se ha convertido en un tabú, casi una violación de la privacidad. Argüello citó a Matthieu Lavagna y Kelsey Hazzard para ilustrar la existencia de argumentos no religiosos contra el aborto, desafiando la caricatura de que solo los religiosos se oponen a esta práctica.
El arzobispo enfatizó que un ser humano es "un organismo vivo de la especie Homo sapiens" y que, desde la fecundación, un organismo humano vivo e independiente comienza a desarrollarse. Citó al filósofo Peter Singer, quien reconoce que un embrión es un ser humano desde el primer instante de su existencia, aunque Singer no concede que todos los seres humanos tienen el mismo valor intrínseco.
Argüello también abordó la necesidad de considerar las circunstancias ambientales, sociales y económicas que rodean el embarazo y la maternidad. Señaló que muchas mujeres desean tener hijos, pero enfrentan obstáculos como la precariedad laboral, dificultades de acceso a la vivienda y falta de apoyo público a la maternidad. Además, mencionó factores culturales que desvalorizan la maternidad.
El arzobispo concluyó reafirmando el compromiso de la Iglesia de apoyar a las mujeres embarazadas y alentarlas a buscar ayuda en situaciones difíciles. Subrayó que la interrupción del embarazo no debería ser la solución y criticó la debilidad moral de la democracia que facilita el acceso al aborto sin proteger adecuadamente a los más vulnerables.
