Otro acto obsceno en San Pedro reabre la cuestión sobre la seguridad del Vaticano

Otro acto obsceno en San Pedro reabre la cuestión sobre la seguridad del Vaticano

La Basílica de San Pedro ha sido escenario de un acto de profanación durante el Jubileo de la Esperanza, cuando un hombre se desnudó sobre el altar mayor sin que nadie interviniera de inmediato.

En el contexto del Jubileo de la Esperanza, la Basílica de San Pedro ha vivido un episodio de gran gravedad el pasado viernes 10 de octubre de 2025. Mientras miles de fieles cruzaban la Puerta Santa, un individuo subió al altar mayor y, ante la mirada atónita de los presentes, se desnudó completamente, mostrando sus genitales y profiriendo palabras incoherentes. Este acto de profanación, llevado a cabo en el corazón de la basílica, se produjo bajo la responsabilidad del cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica Papal, y sus colaboradores. La Gendarmería Vaticana y el personal de seguridad intervinieron solo después de varios minutos, cuando el ultraje ya se había consumado.

Este incidente no es un caso aislado. El 7 de febrero de 2025, un hombre de origen rumano logró superar los cordones de seguridad y subió al altar, donde arrojó al suelo seis candelabros, causando graves daños. Incluso tuvo tiempo de retirar el mantel antes de que alguien interviniera. Anteriormente, el 1 de junio de 2023, un hombre de unos treinta años, completamente desnudo y con la inscripción "Save children of Ukraina" en la espalda, se encaramó al altar mayor, generando imágenes que dieron la vuelta al mundo. Estos tres episodios, todos ocurridos bajo la gestión de Gambetti, no tienen precedentes en la historia reciente de la Basílica Vaticana.

La situación actual en la Basílica de San Pedro es preocupante. La belleza artística del lugar contrasta con la desorganización y el deterioro visibles. Desde que el cardenal Gambetti transformó la Fabbrica di San Pietro en una especie de empresa personalista, el número de sampietrini, los auténticos custodios del lugar, se ha reducido, siendo reemplazados por jóvenes inexpertos seleccionados más por lealtad que por competencia. El resultado es evidente: suciedad, caos y una seguridad deficiente.

Es necesario tomar medidas inmediatas. Las justificaciones y los comunicados de prensa ya no son suficientes. Se requieren acciones concretas contra quienes han desmantelado el sistema de vigilancia, dejando la basílica vulnerable y profanada. Está en juego la credibilidad de una institución de gran relevancia.

Comentarios
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Olga Espinosa
Ayer
La reiterada profanación de la Basílica de San Pedro pone de manifiesto un preocupante deterioro en la seguridad y el respeto hacia un símbolo fundamental de la fe católica. Este Jubileo de la Esperanza, lejos de ser un momento de elevación espiritual, se convierte en un triste recordatorio de la desorganización que amenaza con eclipsar la reverencia debida a este lugar sagrado. La inacción ante tres incidentes graves bajo la supervisión del cardenal Gambetti subraya la urgente necesidad de restablecer el orden y el respeto por lo sagrado.
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Braulio Ruiz
Ayer
La profanación en la Basílica de San Pedro muestra una preocupante falta de respeto hacia los lugares sagrados y una gestión de seguridad deficiente. Estos incidentes no solo afectan la integridad del espacio litúrgico, sino que también cuestionan la fortaleza de la fe católica en su tradición. La Iglesia debe volver a la reverencia y proteger lo sagrado, sobre todo en un Jubileo que debería inspirar esperanza y renovación espiritual. La continuidad de la doctrina y la liturgia no debe verse amenazada por innovaciones que diluyan su significado.
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Gregorio Navarrete
Ayer
La profanación en la Basílica de San Pedro, especialmente durante un Jubileo de la Esperanza, pone de manifiesto la fragilidad de nuestra fe y la urgencia de proteger los lugares sagrados. Ignorar estos actos no solo afecta a la comunidad, sino que también nos convoca a ser guardianes de lo sagrado. En un momento en que el Vaticano debería ser un refugio espiritual, la seguridad y el respeto deben ser prioritarios. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de mantener la reverencia y la oración por quienes han perdido el rumbo. La fe es nuestra fortaleza y una responsabilidad compartida en la custodia de lo sagrado.
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