El párroco Bashar Fawadleh ha denunciado ataques de colonos israelíes en Taybeh, un pueblo cristiano palestino, que han causado daños significativos y generado un clima de inseguridad que impulsa a la emigración.
La violencia persiste en Taybeh, el último pueblo palestino habitado exclusivamente por cristianos, y continúa siendo motivo de seria preocupación. El párroco, el padre Bashar Fawadleh, ha denunciado los recientes ataques perpetrados por colonos israelíes, que han provocado daños considerables en la comunidad. Según el sacerdote, estos actos vandálicos resultan inaceptables y merecen una condena rotunda. En los últimos días, los agresores han atacado edificios parroquiales y vehículos, además de destruir una gasolinera.
El padre Fawadleh ha subrayado la gravedad del conflicto y ha puesto especial atención en las palabras del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien calificó los ataques como obra de "un puñado de extremistas". Estas declaraciones reflejan la presión internacional para frenar la violencia en Cisjordania, que el sacerdote considera un verdadero crimen contra la paz y la convivencia. La situación ha afectado asimismo la temporada de cosecha, dificultando el acceso a los olivares y reduciendo notablemente la producción de aceite de oliva.
El clima de temor ha llevado a muchos habitantes de Taybeh a contemplar la emigración ante la falta de seguridad. La vida diaria se ve condicionada por restricciones y cierres militares que limitan la normalidad. En julio pasado, líderes de las Iglesias cristianas en Tierra Santa junto con delegaciones diplomáticas visitaron la zona para expresar su solidaridad y reclamar paz. Este gesto pretendía ejercer presión sobre los colonos para que cesaran los ataques, que incluso han alcanzado a la iglesia de San Jorge.
El padre Fawadleh insiste en la necesidad de mantener la oración y el respaldo a esta comunidad. La parroquia, dependiente del Patriarcado Latino de Jerusalén, trabaja para generar empleo y estabilidad entre las familias locales. La Iglesia está llamada a infundir esperanza y confianza en la posibilidad real de vivir en paz y seguridad. El sacerdote concluye con una nota esperanzadora en la resurrección, confiando en que esta difícil situación pueda transformarse positivamente.
