Las Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre han transformado un convento en Aarle-Rixtel en refugio para familias ucranianas, con apoyo del municipio de Laarbeek y actividades de integración comunitaria.
Las Hermanas Misioneras de la Preciosa Sangre han revitalizado su misión en los Países Bajos, convirtiendo un convento histórico en un refugio para familias ucranianas que huyen del conflicto bélico. En Aarle-Rixtel, un castillo centenario que albergó a numerosas hermanas, ahora ofrece seguridad y esperanza a los refugiados. Esta iniciativa se inscribe en la tradición de hospitalidad de la congregación, que ya en 1914 acogió a refugiados belgas y croatas durante la Primera Guerra Mundial.
Sor Christine Masivo y las hermanas, con el respaldo del municipio de Laarbeek, han creado un entorno donde cada familia dispone de su propio espacio y puede participar en actividades comunitarias. El huerto del convento se ha convertido en un lugar de encuentro donde los refugiados y las monjas cultivan hortalizas juntos. Además, se anima a los jóvenes a explorar sus talentos en diversas áreas como el arte y la música, contribuyendo así a su integración y bienestar.
La hermana Ingeborg Müller, a sus 83 años, desempeña un papel crucial enseñando inglés a los refugiados, facilitando su integración. A pesar de los desafíos, como la necesidad de reparaciones en el convento y las dificultades de transporte, la comunidad se mantiene unida por la fe y la resiliencia. Los refugiados se unen a las monjas en las oraciones diarias por la paz, convirtiendo el convento en un lugar de esperanza y gratitud. La misión de las hermanas sigue viva, demostrando que el amor y la solidaridad pueden transformar vidas.