En una profunda meditación sobre el Evangelio de San Lucas (10,38-42) y la Primera Carta de San Juan (4,7-16), el Cardenal William Goh ha llamado a todos los creyentes —laicos y consagrados— a examinar el fundamento de su servicio en la Iglesia. “Un ministerio verdaderamente cristiano no surge del deber ni del ego, sino como una respuesta al amor inmenso que Dios nos tiene”, afirmó.
Refiriéndose al pasaje donde Marta se muestra agobiada por los quehaceres mientras María se sienta a los pies de Jesús, el cardenal destacó que “nos identificamos fácilmente con Marta, porque la vida moderna, incluso dentro de la Iglesia, está marcada por la sobrecarga, la comparación y el agotamiento”. La crítica no es al servicio en sí, aclaró, sino a cuando este se realiza sin una raíz espiritual sólida: “cuando el pozo interior se ha secado, servimos desde el deber y no desde el amor”.
Goh insistió en la necesidad urgente de cultivar un “descanso espiritual” y una vida de oración auténtica: “María eligió la mejor parte: estar con Jesús. Solo cuando nos sentamos a sus pies, reconocemos nuestras motivaciones ocultas y somos purificados por su amor”.
El purpurado de Singapur recordó que muchos servidores, en su afán por ser útiles, corren el riesgo de buscar validación, reconocimiento o incluso competir entre ellos, en lugar de glorificar a Dios.
Citando a San Juan —“Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios”— el cardenal subrayó que todo ministerio debe partir de la experiencia personal del amor de Cristo. “Si servimos para ‘hacer algo por Dios’, nuestro ego tomará el control. Pero si servimos por gratitud, porque Él primero nos amó, entonces nuestro servicio será libre, humilde y fecundo”.
El llamado final fue a mantener una “unidad de vida” entre el ser y el hacer. “Antes de actuar, debemos estar configurados en Cristo”, insistió Goh, mencionando los ejemplos de San Juan María Vianney y Santa Teresa de Calcuta, profundamente activos, pero también profundamente contemplativos.
Con tono esperanzador, el cardenal concluyó: “Cuando servimos por amor, sin ambiciones, estamos en paz. Porque sabemos que es Cristo quien actúa en nosotros. Solo entonces, como María, elegimos lo que nadie nos podrá quitar”.
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