El legado de San Francisco de Asís, creador del primer pesebre en Greccio, invita a vivir la Navidad con sencillez, destacando la humildad y ternura del nacimiento de Jesús.
La ciudad de Asís se mantiene como símbolo de sencillez y paz, reflejo del legado de San Francisco de Asís. En la aldea de Greccio, el santo organizó el primer pesebre para manifestar su amor al Jesús Niño. Aquel gesto continúa iluminando el sentido de la Navidad: la belleza de lo sencillo y la ternura con que Dios se acerca a los hombres. Por eso, Francisco llamaba a esta celebración la “Fiesta de las Fiestas”, no por lo material, sino por la humildad del Dios que se hace niño.
Junto a Francisco, Santa Clara dejó en Asís una huella espiritual marcada por la pobreza evangélica y la fidelidad. Quienes visitan la ciudad descubren, de este modo, que solo un corazón vacío de sí mismo puede llenarse de Dios. Francisco abrazó la pobreza como camino de libertad y amor; Clara, por su parte, hizo de la fidelidad su forma más pura de entrega al Señor.
Recorrer Asís en Navidad remite también a Greccio y a aquel pesebre viviente que Francisco impulsó para contemplar el misterio de Belén. Con ello recordaba que el amor verdadero no necesita grandezas para ser infinito. Su deseo —representar al Niño nacido en Belén y ver las penurias que sufrió— fue, además, una llamada a abrir el corazón y reconocer a Cristo en los pobres y los enfermos.
Este tiempo santo invita a unir contemplación y acción, también en el cuidado de la creación, de modo que la oración se traduzca en gestos concretos de amor y justicia. Igualmente, la Navidad se presenta como una invitación para los jóvenes a descubrir su vocación y abrazar al Niño Jesús, encontrando en su ternura el camino de la verdadera alegría. Desde Asís se difunde, en definitiva, un mensaje de paz y fraternidad, con la petición de vivir con un corazón sencillo, ojos abiertos al hermano y manos dispuestas a servir.
