La actitud del obispo de Segovia ante la retirada de símbolos franquistas está generando una creciente decepción entre los fieles, que perciben más cautela institucional que compromiso con la justicia histórica y la reparación moral.
La creciente decepción de los segovianos con el obispo, a casi un año de su nombramiento, se manifiesta en críticas en medios, en redes sociales y en reuniones de fieles y familias cristianas, alimentada por las continuas profanaciones de la catedral por parte del ecónomo y deán Rafael de Arcos Extremera y del Cabildo —como el último episodio de jugar al fútbol frente al altar mayor, con el silencio, por intereses o devolución de favores, de canónigos como el liturgista Alfonso Frechel, Ángel García Rivilla o Juan Cruz Arnanz Cuesta del anterior gobierno de César Franco—, por las denuncias aún sin aclarar de corrupción que salpican a vicarios, al obispado, al cabildo y al propio obispo (pagos en negro, ingresos desviados como donativos para evadir impuestos, etc.